A pesar de salvar la ciudad y el
mundo de las garras del mal, el grupo de cazafantasmas no anda muy boyante precisamente.
Por eso, cuando aparece una sustancia viscosa con pinta de blandiblu que genera
fenómenos extraños, todo vuelve a la
normalidad más parapsicológica.
Secuela
que no arriesga, ofrece más de lo mismo y que a pesar de ir con el piloto
automático funciona en su única finalidad de entretener. Repiten personajes,
repiten situaciones y repiten gags. Y si en la primera parte aparecía un
gigante Marshmallow, aquí tenemos a la mismísima Estatua de la Libertad
campando a sus anchas entre las avenidas de Nueva York, y cuándo eso sucede, ¿a
quién vas a llamar?
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