Un
bueno muy bueno se enfrenta a un malo muy malo a base de buenos golpes y
chistes malos en una guerra entre buenos muy buenos y malos muy malos.
Con unos personajes icónicos
dentro del mundo de las máquinas recreativas a los que se les da la vuelta cual
calcetín, un actor principal con las narices cubiertas de cocaína las
veinticuatro horas del día, el otro muriéndose mientras filmaba, una cantante
sin experiencia escogida por el productor solo porque le atraía físicamente y
el resto del reparto dándose masajes eróticos entre toma y toma, es normal que
esta versión en cine de Street fighter saliera como salió, y aún con todo es
una de esas malas películas que merecen un visionado entre colegas. Y ya podían
aprender los burócratas del euro del economista Bison y sus Bison monedas.
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