En
una ciudad que parece Pamplona por eso que siempre está lloviendo, un
concienzudo asesino en serie se dedica a matar a sus víctimas en base a los
siete pecados capitales. Un joven policía blanco y un viejo agente negro
tratarán de darle caza, y no, no es una buddy movie al estilo Arma letal.
La película que elevaba al
cuadrado lo que ya había conseguido El silencio de los corderos. Un guion
redondo que cierra con un final perfecto, una puesta en escena innovadora y
brutal y una narrativa que te mete la cabeza de lleno en la historia para un
titulo que daría origen a toda una a serie de imitadores (anda, como pasa con los serial killers)
donde el nombre de Morgan Freeman sería
casi una constante.

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