Un extraterrestre con cierto
parecido al emoticono de la caca se pierde en la Tierra dando a caer en un
grupo de adolescentes que, en lugar de hacerle putadas como quemarle con una
lupa, deciden protegerle de unos agentes del gobierno con unos juegos de llaves que ríete tú de los serenos
de noche.
Steven
Spielberg se encargó él solito de incrementar el consumo de pañuelos de papel
emocionando a toda una generación con una película en exceso sensiblera y cuyo
éxito comercial en el momento de su estreno la ha dotado de un aura de peliculón
excesiva. Lo peor, la manipulación de Spielberg, por momentos con juego sucio,
para lograr su ansiada ración de llantina en el espectador, lo mejor, una composición
musical obra de John Williams que se encarga por si misma de engrandecer la
película. Eso sí, cuándo las bicicletas se elevan en el cielo acompañando al
tema central de Williams es inevitable sentir un hormigueo en el estómago.
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