Durante
la Primera Guerra Mundial y por aquello de motivar a las tropas, los franceses
deciden fusilar al buen tun tun a tres de sus soldados, aplicando la consabida
estrategia que dice algo así como “si no
sale quien ha sido castigo a toda la clase”.
Obra maestra dirigida por Stanley
Kubrick con una brillantez técnica fuera
de toda duda, con unos travellings entre trincheras que cortan la respiración y
una fotografía en blanco y negro que no disimula sin embargo la brutalidad de
la guerra. Todo un alegato antimilitarista en el que Kirk Douglas echa el resto
y que es imposible ver sin que algo te retuerza las tripas, posiblemente la
mala leche de ver que nada ha cambiado en los últimos cien años.
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