Al director F. W. Murnau, quien
se encuentra enfrascado en la filmación de Nosferatu, no se le ocurre mejor
idea que contratar a un vampiro de verdad para dar vida (o muerte no se sabe)
al Conde Orlok. Pero la cosa se complica, y es que el Conde quiere cobrar en
especie.
Simpática
cinta que entra en el género del metacine para meterse entre bambalinas del
rodaje de una de las grandes películas de la historia del cine, y lo hace con
una premisa tan loca que permite que este drama acabe convertido en comedia.
Con unos intérpretes contagiados de ese exceso gestual tan propio del cine mudo,
muestra que la mala fama de James Cameron o Michael Bay a la hora de dirigir no
es para tanto.
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