Harry
tiene una afición desmedida por oír conversaciones ajenas, hasta tal punto que podría
convertirse en miembro destacado del prototípico grupo de vecinas cotillas.
Aunque el estar todo el tiempo en modo fisgón puede llevar a que entiendas todo
al revés.
Entre Padrino y Padrino Coppola
jugó a los espías con una película en la que el director vuelca todo su interés
en el uso de imágenes, y sobre todo sonidos, algo que hace deje de lado por
momentos la propia historia. Eso sí, el personaje de Harry Caul y su perenne
gabán transparente es uno de esos regalos para los sentidos que hay que
agradecer. Puede que sea la película favorita de su director pero servidor cree
que tiene otros títulos mucho más redondos, y no, no estoy hablando de Jack.
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