Un grupo de astronautas en plena misión espacial se las verán con el ancestro de Siri, un ordenador tan ducho en inteligencia (artificial) como avanzado en mala baba.
La ciencia ficción alcanzaría la
mayoría de edad con esta película del siempre excesivamente perfeccionista
Stanley Kubrick, donde se dejan de lado las space operas coloristas para
abordar una película visualmente sorprendente, icónica en no pocos de sus
pasajes (esos monos a ritmo de de Strauss), y a la vez tremendamente compleja.
Traslada a imágenes el universo literario de Arthur C. Clarke con tal exactitud
y detallismo que no es de extrañar circulara la leyenda urbana que ubica al
director de Espartaco filmando la falsa llegada del hombre a la Luna un año más
tarde. Aunque conociendo a Kubrick habría sido capaz de ir él mismo y su equipo
a la Luna para filmar el montaje. Es lo que tienen los genios.

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