Como
si del Grand Prix del verano se tratara, el equipo de los Cristianos y el de
los Musulmanes se enfrentan en buena lid por hacerse con la ciudad de
Jerusalén. Habrá carreras, topetazos, alguna herida abierta, y únicamente
faltarán las vaquillas.
Tras la Roma Imperial de
Gladiator Ridley Scott viaja al Medievo de las Cruzadas ofreciendo un
interesante fresco de una época dominada por la religión y la violencia. Una
ambientación cuidada hasta el más mínimo detalle y un último acto espectacular
en la forma en que plasma el asedio a Jerusalén son elementos a destacar de un
título que merece ser visionado en su director´s cut por aquello de no parecer
que la historia va de un herrero sin suerte al que de repente todo le sale a la
primera. Orlando Bloom ofrece una acertada interpretación aún careciendo del
carisma de Russell Crowe y su Máximo.
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