Mientras
su mujer e hijo se van de vacaciones, Richard se queda de Rodriguez en el verano
neoyorquino y como es de mente calenturienta imagina que todas las mujeres que
pululan por su vida están locas por sus huesos. Pero entonces sufre un baño de erótica
realidad cuándo encima de su piso se muda una diosa con las formas y el rostro
de Marilyn Monroe.
El maestro Billy Wilder adapta
sorteando la censura del código Hays una conocida obra de teatro de la época y
que juega con la infidelidad y el sexo con una naturalidad y alegría que ahora
haría sonrojarse a un público que deja al de hace sesenta años en modernos
irreverentes. Con unos diálogos y monólogos chispeantes y una estructura
teatral que es sorteada con imaginativos insertos del atribulado protagonista
que logran romper el prácticamente escenario único de la cinta. Y que decir de
una Marilyn que emana erotismo y dulzura a partes iguales para ofrecer uno de
sus papeles más recordados, con vuelo de falda incluido.
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