Mientras
el gobierno israelí predica aquello de poner la otra mejilla, manda finiquitar
no solo al comando responsable de la matanza de los juegos olímpicos de Múnich
de 1972, sino a toda su familia, mascotas, amigos y vecinos, en un acto de
inmisericorde venganza lejano del espíritu de concordia y reconciliación de las
propias olimpiadas.
Spielberg se pone serio y
perpetra una de sus mejores películas, donde juega con un tema muy delicado y
además se moja, poniendo de vuelta y media tanto a un bando como al otro, lo
cual tiene más merito aún si tenemos en cuenta que el director es judío por los
cuatro costados. Eric Bana se marca un papelón entre un elenco donde no hay
estrellas, sino actorazos, y la película es tan directa, cruel y visceral que
te deja el cuerpo malo para varios días. La cara más amarga de la política.
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