En
lo que es el colmo de la mala suerte una caída accidental de una teja provoca
que el bueno de Judah Ben-Hur acabe condenado a galeras a remar bajo el soniquete
infernal de los temas de El último de la fila.
Una de esas epopeyas que tanto
ansiaban construir los grandes estudios de Hollywood durante los años cincuenta
y primeros sesenta y donde todo era a lo grande, desde el plantel de actores,
la construcción de escenarios, la planificación de las secuencias y hasta la
duración. Aquí consiguieron alcanzar el objetivo con una obra colosal y plagada
de escenas espectaculares para el recuerdo, aunque finalmente quede desdibujado
lo que finalmente es Ben-Hur, una historia de amor entre dos hombres, y siendo
el macho alfa de Charlton Heston uno de esos hombres es probable que no le
hubieran explicado con detalle al actor de que iba la película.
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