Aplicando
aquello tan Disney de que la belleza está en el interior, la actriz Ann Darrow
acaba encontrando a su pareja ideal, lo malo es que para llegar a esa belleza
interior debe abrir en canal a una peluda mole de cincuenta y cinco
toneladas.
Muy crecido tras el éxito de la
trilogía sobre El señor de los anillos, Peter Jackson remakeaba la película que
le decidiera a convertirse en cineasta allá en su niñez. El resultado es
excesivo a todos los niveles, inversión y duración incluidos, y a pesar que en
algún momento llega a convencer, ver a Kong patinando en Central Park acaba por
defenestrar una idea que entre otras cosas comete un error de casting garrafal
del que solo se salva una Naomi Watts que si se antoja un personaje extraído
directamente del King Kong de 1933. Y es que el tamaño no lo es todo.
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