Un
exitoso agente de seguros con fijación fetichista por las pulseras tobilleras
se encaprichará de la mujer de uno de sus clientes hasta el punto de cometer
por ella las mayores atrocidades, como el asesinato o besar desaforadamente a
su nueva partenaire sin tener en cuenta las mínimas medidas de seguridad para
evitar el contagio por coronavirus.
Billy Wilder era tan consciente
del brillante guion que manejaba que no le importó empezar por el final, y es
que la película está tan bien escrita y rodada que poco importa que sepamos de
inicio como acabará este triángulo (aunque lo mejor en este caso sería escoger
un polígono con más caras) amoroso y letal. Perdición se erige de esta forma
como uno de los títulos de cabecera del cine negro cuándo este subgénero ni
siquiera existía como tal. Con una pareja protagonista que brilla a un gran
nivel actoral, las mayores loas se las lleva sin embargo Edward G. Robinson y
su hombrecito. Atención a los diálogos, puro Wilder y puro cine negro, y es que
“lo maté por dinero y por una mujer, y ni conseguí el dinero ni conseguí la
mujer”.
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