Un grupo de paramilitares de
corte zarrapastroso secuestran a la hija de Schwarzenegger para tratar de
chantajearlo, o lo que es lo mismo, cometen la peor de las ideas en el mundo de
las malas ideas.
Una de
esas películas de corte fascistoide tan presentes en Hollywood durante el
mandato de Reagan y que tuvo la suerte de contar con el protagonismo de Arnold
Schwarzenegger. Y es que si le quitamos el carisma del actor austriaco, la cinta
queda en una chapuza de serie Z llena de agujeros de guion, errores de racord,
malos estúpidos sin puntería y buenos excelsos en el manejo de todas las artes
matariles. Eso sí, el protagonista de Terminator nos deleita con un estudio de anatomía
que deja al descubierto todos los grupos musculares de su casi metro noventa.

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