viernes, 10 de julio de 2020

LA MUERTE TENÍA UN PRECIO (1965)

El manco y el coronel Mortimer son dos cazarrecompensas con ciertos problemas de comprensión lectora, y es que en aquellos carteles de “Se busca” donde se indica “vivo o muerto” ellos únicamente interpretan “muerto o muerto”.

Segunda bala de Leone en la trilogía que le encumbraría como piedra referencial del spaguetti western. Repiten con el maestro italiano Clint Eastwood y Gian Maria Volonte y se estrena Lee Van Cleef, o lo que es lo mismo, un trío de grandes personajes, irónicos, adustos y varoniles hasta la extenuación. La violencia opresiva vuelve a campar a sus anchas (aquí no se respetan ni a los bebes) y Morricone, pues nada, simplemente se sacó de la manga una de las composiciones musicales para cine más icónicas de la historia. Primerísimos planos, escasez de maquinillas de afeitar y excedente de balas, vamos, Leone en estado puro.

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