Herman
Mankiewicz, Mank para los amigos, es un alcohólico con afición a meter el dedo
en el ojo ajeno y afamado guionista del Hollywood de los años treinta. Un día
recibe un encargo, escribir el guion de una película que acabaría
llamándose Ciudadano Kane, ¿les suena de algo?
Proyecto personalísimo de David
Fincher (su padre escribió el guion de la película hace más de dos décadas) que
filma en un pulcro blanco y negro y que nos devuelve, casi como si de magia se
tratara, al Hollywood clásico de los años treinta, destapando por el camino las
miserias de los grandes gerifaltes del cotarro. Una película que ya adelanto
hay que ver unas cuantas veces para hacerse con toda la retahíla de nombres,
acontecimientos y situaciones que plantea en un metraje de dos horas y cuarto
donde no se deja de hablar un solo segundo. Un título con aspiraciones de
clásico y que, arriesgo a decir, mejorará con cada nuevo visionado. Veremos que
dice el tiempo.
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