Un
equipo de Callejeros acompañará durante su jornada laboral a un asesino
profesional, siendo lo más sorprendente del caso, que este sanguinario tipo no
resalte para ni bien ni para mal entre una fauna televisiva con gente como los
pistoleros del Eclipse, Ramón el vanidoso o la chica que jugaba a Algo pasa con
Mary como ejemplos a destacar.
Una grata sorpresa excepto para
mentes proclives a la provocación y levantada entre tres ex amigos, siendo
Benoît Poelvoorde el que mejor parado saldría del éxito de un título que,
filmado a modo de falso documental, supura mala leche, un trasfondo sobre lo
fácil que es entrar en un juego poco edificante y bastante malsano, y un tono
brutal a lo largo de su hora y media. En las formas, su estilo amateur le hace
un favor dotando de verismo al asunto, en el fondo la película es una crítica
feroz a ese nuevo formato televisivo que en los primeros noventa era casi
quimérico, la tele realidad. Y eso que todavía quedaban lejos programas como La
isla de las tentaciones.
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