Un
fiscal bastante cabezón descubre a base de tocar las narices aquí y allá que el
asesinato del Presidente de los Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy fue
debido a un complot. Vamos, lo que suele ser siempre por el país de las
libertades.
Oliver Stone se deja de medias
tintas y utiliza tres horas de peliculón para contar su verdad sobre el
magnicidio de Texas. Utiliza estupendamente todo tipo de técnicas
cinematográficas y tira de montaje soberbio para que quien vea JFK salga de la
sala de cine sin ningún atisbo de duda
que lo que nos cuenta Stone es lo que pasó realmente hace ya cincuenta años. Y
eso da miedo, mucho miedo.
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