En
una cárcel necesitada de una manita de pintura tiene lugar un sanguinario motín
comandado por un tipo poco amigo de tomar strepsils, y que acaba convirtiendo
la prisión en un chiquipark de cuidado. Aunque bien es cierto que los críos en
un chiquipark son más brutotes.
Un título que representa a la
perfección a un tipo de cine patrio que ha logrado sacudirse los complejos dejando
claro que es capaz de filmar grandes títulos de género. Con un montaje
frenético, un tempo sostenido desde el minuto uno hasta el minuto ciento ocho y
un manejo del suspense digno de elogio, Celda 211 es punta de lanza a la hora
de tomar el thriller y amoldarlo a un estilo propio dentro del cine español. Y
con un Antonio Resines en modo motherfucker, que es algo que se agradece.
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