En
una pequeña ciudad de Texas con menos movimiento que una urbanización de “El
pocero”, el ocio es un bien tan escaso
que los jóvenes, y no tan jóvenes, del lugar se dedican a lo único que es casi
siempre gratis.
Peter Bogdanovich rodaba con
apenas treinta años este canto al despertar sexual de la juventud a comienzos
de los años cincuenta, en un paso de la adolescencia a la madurez que si algo
es, es melancólico, que digo melancólico, pesimista. El director filma con desnuda
valentía una historia llena de polvo y mugre donde el futuro es una utopía y el
éxito es llegar trabajar de sol a sol en la extracción de petróleo. Por el
camino, eso sí, descubría a toda una tropa de actores del calibre de Jeff
Bridges, Cybill Sheperd o Timothy Bottoms.
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