Una
oyente de un programa radiofónico lleva su furor hacía la radio fórmula a
limites homicidas personalizados en la figura de su locutor, y eso que por
aquel entonces no existía el reggaeton.
Clint Eastwood dirige y
protagoniza una estimable película, y además muy mal rollera, con una psicópata
con una tendencia por los objetos afilados que no da muy buena espina
precisamente. Elogiar que el bueno de Clint deja de lado su papel de tipo duro,
más que nada para no acabar la película a los cinco minutos vía puñetazo de su
personaje sobre el de la joven acosadora. Opera prima de su director donde ya
se atisbaba que debajo de esa capa de actor de corte rudo se escondía un
director con talento. Abstenerse de verla Paco Gonzalez.
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