Un
teniente de policía de la ciudad de Nueva York tiene la sorprendente capacidad
de aunar en una misma persona todas aquellas debilidades que a uno se le puedan
ocurrir. Putero, corrupto, drogadicto, ludópata, incluso fan incondicional del
futbol de Sergio Ramos.
Abel Ferrara ejercita una
película construida con el perfecto manual del cineasta independiente, llegando
en algunos momentos a parecer auténtico cine de guerrilla setentero. La
película se sostiene en la impagable interpretación de un Harvey Keitel que,
con su papel de agente de la ley poco amigo de los formalismos burocráticos, se
desnuda en todos los sentidos, y aunque en algunos momentos a Ferrara se le va
la mano con la duración de las secuencias, cuándo acaba la película, tan
abruptamente como ha transcurrido, a uno le queda un mal cuerpo que cuesta de
quitar.
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