Una
agente del FBI con cara de angustia constante, para tratar de dar con un
peligroso psicópata con tendencia a jugar a esconder sus partes íntimas, deberá
contar con la colaboración de otro asesino en serie, en esta ocasión uno
aficionado a la gastronomía y fan acérrimo de Chicote.
El padre y la madre de todo el
cine de asesinos en serie con el que la década de los noventa inundaría la
cartelera. Con una preciosista forma de rodar y unos personajes muy atrayentes
y francamente bien escritos, Jonathan Demme construiría su película más
celebrada, la cual se beneficiaría enormemente de la aparición en escena de
Hannibal Lecter, personaje que con apenas unos pocos minutos en pantalla, menos
de los que creen, lograría confirmarse inmediatamente como ícono del cine. Ah,
sí, y con pleno de los Oscars principales de ese año.
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