Un
marinero de pocas luces pero contundencia en el uso de los puños se embarca por
una hermosa mujer en un viaje en yate privado del que sabe no puede salir nada
bueno.
Enmarcada dentro de ese cine
negro de mujeres fatales, hombres manipulables e intenciones muy oscuras, Orson
Welles presenta en La dama de Shanghai una película tan caótica y extravagante
como hipnótica y cautivadora, demostrando el actor, director, guionista y
amante compulsivo, que era un adelantado a su tiempo en lo que a técnicas
cinematográficas se refiere, dejándolo patente en el portentoso juego de
espejos final. Intriga, eso sí, el título, ya que la Elsa Bannister a la que da
vida una Rita Hayworth convertida ya en musa del cine tras estrenar Gilda un
año atrás, tiene poco de dama y nada de oriunda de China.
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