jueves, 13 de agosto de 2020

M, EL VAMPIRO DE DÜSSELDORF (1931)

Un asesino de niños con afición por el silbo canario acabará convertido en cazador cazado cuándo, no me digas por qué, la ciudadanía (seguramente por aquello de “a mis niños solo les pego yo”) acabe harta de sus desmanes.

Fritz Lang ofrece en uno de sus últimos trabajos filmados en su Alemania natal (se exilio por no sé qué tema del nazismo) la primera gran película sobre asesinos en serie, con un criminal al que curiosamente, gracias a la patética (y no por mala) interpretación de Peter Lorre, el público acabará compadeciendo. Sorprende la increíble pericia técnica del director (recordemos que estamos en 1931) a la hora de componer planos y secuencias totalmente innovadoras, eso sí, sin olvidar su querido expresionismo a la hora de diseñar las imágenes que mostrará en pantalla. Esta maravilla constata que no hace falta usar una sola gota de sangre para dejarte mal cuerpo, basta con un globo suspendido enganchado en el cableado eléctrico.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario