El
pequeño Salvatore es un niño con una cabezonería nivel riojano. Esa tozudez le
lleva a soportar estoicamente todas las collejas maternas con tal de cumplir su
sueño, que tampoco es que sea jugar en los juveniles del Real Madrid, sino ser
el proyeccionista del cine de su pueblo.
Giuseppe Tornatore ofrece en
Cinema Paradiso todo un cantazo. Un canto a la vida, un canto a la amistad, un
canto al amor y, especialmente, un canto al cine. Una maravilla que desgrana
entre sus fotogramas el mejor homenaje jamás filmado al séptimo arte, y con un
final que te obliga a llorar a moco tendido si es que es sangre lo que recorre
tu cuerpo. Philippe Noiret resulta maravilloso como el viejo Alfredo y el
pequeño Toto ofrece una delicia de interpretación. Un título que nos enseñas
que antes del formato digital, el croma y las películas de Marvel, ya existía
el gran cine. Y, paradojas de la vida, un título que fue mutilado para su
exhibición comercial, y no fue el Padre Adlefio y su campanilla los
responsables de este recorte.
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